APADESHI Asociación de Padres Alejados de sus hijos

SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL

TRIBUNALES.

La Audiencia de Barcelona dicta un fallo por alienación parental

El tribunal ratifica que una madre malmetió a sus dos hijos contra el padre.

17/12/2007 J. G. ALBALAT

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La Audiencia de Barcelona ha confirmado por primera vez una sentencia que retira a una madre la custodia de sus dos hijos y se la concede al padre por considerar que los menores estaban siendo influenciados por la mujer en contra del progenitor. El rechazo que Pau, de 13 años, y Jordi, de 10 años, experimentan hacia su padre, es una conducta conocida técnicamente como Síndrome de Alienación Parental (SAP). Así está recogido en los informes psicológicos de la resolución, que fue dictada el pasado marzo por el Juzgado de Primera Instancia Número 4 de Mataró, y que ahora ha sido ratificada.

El matrimonio obtuvo la sentencia de divorcio en octubre del 2005. La guardia y custodia de los hijos fue a parar a manos de la madre. El régimen de visitas que el padre debería haber disfrutado no se cumplió --en su opinión, porque la madre se negaba a que le vieran--, así que este reclamó su derecho a vivir con los chavales con el argumento de que ambos estaban siendo víctimas del SAP.

Efectivamente, dos psicólogos y un médico dictaminaron que Pau y Jordi sufrían ansiedad por la situación existente entre sus progenitores. Ambos mostraban "un rechazo hacia su padre por razones que, debido a su corta edad, eran incapaces de discernir en profundidad".

 

DEMASIADO PROTECCIONISTA Otra psicóloga fue más contundente y afirmó que los menores sufrían SAP "en grado severo". En su opinión, la actitud de la madre hacia sus dos hijos ha sido excesivamente proteccionista, hasta el punto de que los niños nunca han dormido solos. Tampoco realizaban actividades extraescolares ni acostumbraban a ir de colonias. Los tres juntos, insistió la profesional, formaban "una unidad simbiótica de la que el padre está excluido".

La psicóloga hizo hincapié en el extraño comportamiento de la madre, que se negaba a que los pequeños se vieran a solas con su padre. Tanto ella como los abuelos maternos, explicó, han transmitido a los niños una serie de "fobias irracionales". Han convertido a Pau, insiste la profesional, en un niño inseguro y con un bajo nivel de autoestima. Mientras, Jordi padece ansiedad y un fuerte bloqueo emocional.

"La relación de los menores con su padre siempre ha sido boicoteada por la familia materna", destaca la resolución judicial. Aunque el padre tenía derecho a visitar a sus hijos, estos nunca pasaban tiempo con él. Según la madre, eran los propios chavales los que le rechazaban.

Tras detectarse la presencia del síndrome de enajenación, la jueza Carmen de Macua Escandón acordó que los dos niños estuvieran con el padre durante un mes (agosto del 2006) y que no tuvieran contacto con la familia materna.

Esta experiencia fue valorada muy positivamente por los especialistas que han seguido el caso. A su juicio, los niños recuperaron la relación con su padre y efectuaron actividades que les habían estado vetadas dentro de la "burbuja sobreprotectora" de la familia materna. Entre otras cosas, los chavales fueron a la playa y jugaron al pimpón y al fútbol. Durante ese mes, según sostiene el fallo judicial, el padre demostró a sus hijos que "no era el ogro que le habían contado, y que no debían tenerle miedo".

 

NADA DE LLANTOS De hecho, la jueza comprobó personalmente que los niños estaban más desinhibidos y que ya no se mostraban "tan llorosos y cabizbajos". A pesar de ello, los chavales seguían llamando a su padre por su nombre y nunca le besaban. Tanto los psicólogos como el fiscal defendieron el cambio de custodia, así que la jueza lo aprobó. "En ningún caso son los derechos de la madre o el padre los que deben tener prioridad, sino los derechos de los hijos", afirmó.

La guardia y custodia fue encomendada al padre. Mientras, la madre tuvo que conformarse con un régimen de visitas. El uso del domicilio familiar también se concedió a los niños y, en consecuencia, al padre. La jueza, por último, acordó que se hiciera un seguimiento psicológico de la familia.

 

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