APADESHI Asociación de padres Alejados de sus hijos 

SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL

 

 

LA ESPADA DE SALOMÓN : LA DISPUTA POR LA CUSTODIA DE HIJOS EN LA DISOLUCIÓN CONYUGAL

 

Denise Maria Perissini da Silva

psicóloga clínica

asistente técnica jurídica

mediadora familiar

 

TRADUCCIÓN REALIZADA POR

Gasparina Albuquerque Vilela
 

 

" En los juzgados de Familia se escucha el eco de las apelaciones insatisfechas, de los desencuentros amorosos que ocasionan demandas de reparación, esperando que la Ley pueda colocarse en la posición de regular lo irregulable." (Barros,1997:40).

 

"En el momento de la boda, las personas dicen: ¡Mi bien!, pero en el momento de la separación, dicen : ¡Mis bienes!. Alguien ha oído ya esta frase manida? Pues infelizmente esta afirmación se renueva todas las veces que las personas entran con una acción en los juzgados de familia y sucesiones de los tribunales regionales y centrales y tribunales de justicia de las provincias, con el objetivo de exigir una especie de "indemnización" por todas las penas, ofensas, frustraciones e incertidumbres sufridas o interpretadas como tal, y atribuyendo al otro – generalmente exconyuge o excompañero(a) – la responsabilidad y la culpa. Lo que se ve es una serie de complicadas situaciones que acaban perjudicando las ya deterioradas relaciones familiares, una vez que los procesos pueden prolongarse durante meses – ¡y a veces años! – como una solución mágica e inmediata para resolver las cuestiones de familia.

 

Pero, en los últimos tiempos, los procesos judiciales que se tramitan en los juzgados de familia y de sucesiones de los tribunales regionales y centrales y tribunales de justicia de las provincias empiezan a ser vistos no apenas desde el punto de vista jurídico – legitimidad de la acción, plazos procesales, competencia jurisdiccional, etc. – sino también desde el punto de vista psicológico, exigiendo cada vez mas la participación del psicólogo forense para analizar y discutir el diálogo emocional inconsciente y oculto que penetra la relación procesal, y elaborar a partir de este punto un laudo que servirá de base para la decisión judicial. La prueba pericial realizada por el psicólogo forense de los juzgados de familia y de sucesiones es un elemento que supone una carga adicional para el profesional que emite el laudo, una vez que es él el que debe opinar acerca de la "verdad" de los hechos (que es un elemento muy discutible, una vez que cada parte en el proceso tratará de argumentar acerca de "su" verdad). Para la adecuada realización de su trabajo, el psicólogo debe tener total libertad para adentrase en la vida de las personas, porque necesita todas las informaciones que esta familla pueda ofrecer para redactar su laudo y formar su opinión del punto de vista psicológico.

 

No obstante las personas que acuden a juicio en busca de "solución" para la cuestión familiar se sienten decepcionadas, ofendidas, demasiado desesperadas para cuestionar, junto con el psicólogo, cuales son los conflictos emocionales y la comunicación inconsciente que se entremezclan en las relaciones familiares. Por eso, no todo el mundo está dispuesto a colaborar con el papel de la Psicología en los juzgados: muy pocos entienden la importancia del análisis de la estructura afectiva para la comprensión de la dinámica familiar.

 

De hecho, el juzgado, y más concretamente la figura del juez, es visto bajo una óptica paternalista, como autoridad máxima, que debe determinar lo que es "correcto" e "incorrecto" e imponer límites que deben ser obligatoriamente acatados. Ocurre sin embargo, que además de los conocimientos técnicos y jurídicos, el juez tiene limitaciones al analizar el proceso, porque hay factores que están mas allá del conocimiento jurídico y del alcance de la legislación. Por ese motivo, el juez puede (y debe) recurrir al Sector Técnico de Psicología, con la finalidad de obtener mas datos para su decisión, a partir de elementos específicos en el campo de la Psicología.

 

En los juzgados de familia y de sucesiones, los casos son de separación (consentida o litigiosa) con o sin disputa de la custodia de hijos menores, divorcio (consentido o litigioso) con o sin disputa de la custodia de hijos menores, reglamentación de visitas, modificación de custodia, pensión alimenticia, investigación de paternidad, y el trabajo del psicólogo se limita a la evaluación y elaboración de un laudo, para determinar cual es el progenitor "mas adecuado" para cuidar al niño y/o adolescente, y cual es el mejor modo de atribuir visitas sin perjudicar aun mas los ya deteriorados lazos familiares.

 

Es necesario recordar constantemente a los padres, y asegurar a los hijos, que con la separación o divorcio, se termina la relación conyugal y no la paternidad. Los hijos, de cualquier edad, necesitan sentirse seguros, protegidos y amados por ambos padres, juntos o separados, con el fin de que prosiga la identificación parental que, según Dolto (1989), ocurre de dos formas bajo el punto de vista psicoanalítico: una forma consciente (por ejemplo, cuando el hijo, voluntariamente imita los comportamientos y valores del/ de la progenitor/a con quien se identifica, tomándole como su ídolo) y otra forma inconsciente (cuando son captadas aptitudes espontáneas, emociones, sentimientos y deseos ocultos, tomándoles para si). Las dos identificaciones son importantes para la formación del ego del hijo, y por eso deben ser preservadas, aun con la separación de los padres.

 

Las principales dificultades entre la pareja que resultan de las acciones de separación o divorcio de manera litigiosa, disputa de custodia, reglamentación de visitas, pedido de pensión alimenticia o reconocimiento de paternidad, derivan de la estructura de la personalidad de cada uno de los excónyuges y de la manera cómo ambos construyen la relación familiar (Vainer,1999).

 

La motivación para la elección del/de la compañero/a es, por lo general, inconsciente. Muy rara vez huyen de respuestas banales, cuando, como mucho, exaltan las buenas calidades del ser amado. Pero esos contenidos inconscientes, originarios de los relacionamientos de la infancia, son los que realmente actúan como imán para la elección del compañero/a y el establecimiento y mantenimiento del contrato secreto de la boda, una vez que presentan patrones repetitivos de comportamiento derivados de las primeras etapas del desarrollo con las figuras parentales, ya sean los padres o las personas significativas que les cuidaron cuando eran niños (Dias, 1990).

 

Al iniciar la relación, cada uno de los cónyuges busca en el otro la satisfacción de sus propias fantasías inconscientes, como una forma de liberarse de los conflictos y heridas libidinales originarias de sus relaciones parentales. Se forman entonces los "pactos inconscientes" o "conluios", en los cuales las personas buscan defenderse de sus temores inconscientes, al tiempo que intentan inmovilizar neuróticamente al otro, por medio de juegos de dominación e independencia. Pero, cuando se rompe ese pacto, las personas tienen que enfrentarse una vez más con sus conflictos y temores que habían reprimido durante el vínculo conyugal, y empiezan a agredirse mutuamente por la ruptura del "pacto". Según Dias (1999) , los duelos que deben ser elaborados se refieren no solamente a la pena de lo que ya no se va a vivir, por estar lejos del otro y por su pérdida, como también a la dificultad de soportar que su propia imagen sea destruida en la conciencia del otro.

 

La separación se convierte entonces, en el único medio de solución de tales conflictos. Pero, aun frente a la decisión de separación, la pareja percibe que no es tan fácil: existen sentimientos ambivalentes ( ej.: amor/odio, atracción/repulsa, placer/fastidio) con relación al otro y que, al reflejar sentimientos inconscientes que tampoco fueron elaborados en sus relaciones parentales (con las familias de origen), son intensificados ahora, a través de disputas judiciales. Además, hay una ausencia total de elaboración de pérdidas y cambios de situación, que compromete la estructura de la personalidad de las dos partes. Si esas dificultades no son superadas, la separación será mucho más conflictiva y fuente de sufrimientos para todos los implicados.

 

Incluso la comunicación resulta perjudicada. El pacto de defensas hace que el dialogo se interrumpa, por miedo a que exploten los temas-tabúes y la familia necesite afrontar sus dificultades. En este sentido, cada miembro desarrolla un contacto cada vez menos auténtico, lo que favorece la soledad aun cuando pertenezca a una gran familia. Es necesario que el psicólogo forense, en cuanto profesional capacitado para evaluar la dinámica familiar y sus implicaciones, observe no solo la comunicación verbal sino también la no-verbal, que demuestra por medio de actitudes, pequeños gestos y expresiones, el posicionamiento espacial con los otros y los demás comportamientos no-verbales, así como la propia capacidad de múltiples interpretaciones de lo que es dicho o no-dicho. La comunicación no-verbal, junto a la verbal, se torna entonces un importante indicador de la estructura psíquica del grupo familiar.

 

El médico psiquiatra Jürg Willi (1985), citado por Vainer (1999), creó el concepto de colusión, basado en la teoría psicoanalítica del inconsciente o en las fases de desarrollo de la libido, así como en el concepto de "recalque" y en las dinámicas de los mecanismos de defensa de la teoría de Freíd. Colusión es un juego inconsciente establecido entre los cónyuges, que se desarrolla desde la elección del/ de la compañero/a y que se profundiza en la relación conyugal, en el cual los conflictos son constantemente repetidos, inmovilizando al otro en la situación neurótica. El proceso que se arrastra (muchas veces durante años) en los juzgados y tribunales puede haberse iniciado en la elección inconsciente del compañero, en la realización de la boda, en el desarrollo de la vida conyugal, el significado de los hijos, profesión y demás cuestiones familiares para la pareja, y finalmente, el modo en cómo esa pareja se separa y resuelve sus cuestiones en litigio.

 

Willi (1985) parte de la idea de que problemas y conflictos de mismo orden o de clases complementarias ejercen una gran atracción entre las personas desde la primera fase de la relación conyugal, o sea, en la elección inconsciente del compañero. La pareja en formación puede encontrar en el otro las propias dificultades. Las fantasías e idealizaciones basadas en la represión y por lo tanto, inconscientes, emergentes del encuentro de la pareja, constituyen la predisposición para la formación de un inconsciente común. Ambos depositan en el otro la esperanza de ser curados de sus propias lesiones y frustraciones de la primera infancia, y así, liberados de los temores y culpas que provienen de las relaciones anteriores.

 

Esa postura de los cónyuges se concentra cada vez mas en las identificaciones fundamentales de las patologías comunes inconscientes, en un juego proyectivo / introyectivo del inconsciente común de la relación. Como los conflictos de base generalmente son del mismo orden, se puede visualizar la relación como neurótica, ya que poseen un inconsciente común.

 

A partir de estos postulados, Willi (1985) define cuatro conceptos modulares de conflicto neurótico de relación, que serán analizados del siguiente modo:

 

Colusión narcisista – el amor como un solo ser : La elección del compañero ocurre según sus características de personalidad narcisista ya tan profusamente descrita en la literatura psicoanalítica, y la búsqueda se concentra en encontrar a alguien que no tenga aspiraciones propias, que lo adore y lo idealice. El consorte que atiende a esas expectativas del compañero se encaja fácilmente en el modelo, una vez que en función de un ego muy distinto, renuncia a la aspiración de una identidad propia, idealizando ser absorbido "místicamente" por el otro. El narcisista complementario encuentra por tanto en el narcisista idealizado su propia identificación.

 

Considerando un modelo circular de interacción, se podría esquematizar la relación de la siguiente manera: al tiempo que se siente aprisionado por las expectativas del otro, intenta defenderse agrediendo al compañero y luchando para conservar su identidad, pues está cada vez más impregnado por las proyecciones del cónyuge y de cierta forma se afirma en ellas.

 

Tanto el polo narcisista como el polo complementario de la relación se encuentran presos el uno del otro, pues uno es la posibilidad de existir idealizadamente del otro, en un juego de proyección e introspección. Se encuentran presos en una trampa en la que al sujeto narcisista solo le sería posible una relación superficial y donde el sujeto complementario sólo puede admirar una relación simbiótica absoluta.

 

Colusión oral – el amor como preocupación del uno por el otro : en la elección de la pareja, el conjugue en la posición de "hijo-lactante" adoptivo tiene expectativas de satisfacción de sus necesidades orales. En función de los problemas de su primera infancia, ocasionados por una madre con dificultades para lidiar con la fase oral del bebé (tal vez como consecuencia de sus propias dificultades en esta fase), querría colocarse en una posición regresiva-pasiva y rescatar la satisfacción de su oralidad. No acepta ponerse en una posición progresista, la posición de la madre, temiendo reproducir con ello a la madre mala, interiorizada como objeto negativo. Esta funciones maternas son transferidas entonces al compañero de una forma idealizada, que seria visto entonces como una madre ideal.

 

A lo largo de la convivencia, no obstante, y como consecuencia del trasfondo neurótico básico de esta relación, los conflictos terminan por aflorar cuando vuelven a darse las circunstancias oportunas, con lo que los conflictos no resueltos tienden entonces a repetirse. El "lactante" empieza a perseguir a la "madre ideal", ahora tan frustrante, pasando a relacionarse con ella a través del papel de "madre mala" interiorizada. Retrocede cada vez mas en su conducta, colocando a la pareja "madre" en una posición de fracaso en este juego, puesto que deja de reconocer o de valorar los cuidados de la pareja, al tiempo que teme que a causa de sus actos agresivos se agote la fuente de cuidados, terminando por perderla como en la situación original de la infancia. Cuanto mas el cónyuge "madre" se esfuerza, más es rechazado por el cónyuge "lactante" que ahora lo teme como a la proyección del objeto malo.

 

Colusión anal-sádica (el amor como forma de pertenencia mutua) : "Esta forma de colusión se produce como consecuencia del juego conjunto de un carácter anal activo con otro pasivo" (Willi, 1985, p.121). En este tipo de colusión cada cónyuge proyecta un patrón de relación que jugará un papel importante en una relación matrimonial. El que no quiera ser dominado deberá dominar al otro, ya sea mediante la seducción cariñosa y obediente, ya sea mediante la confrontación directa llevando al otro a la exasperación y a la impotencia.

 

El dominador activo, aunque actúe con avidez de poder y sadismo, parece poseer una formación reactiva con respecto al miedo de ceder a su propio deseo de someterse al otro. En el matrimonio y en la familia, exige adhesión incondicional como expresión de su conflicto. Esta adhesión tiene por objeto atenuar el miedo a la separación y al abandono. En contrapartida, el sujeto pasivo de la relación acepta aparentemente todas las imposiciones de la otra parte, feliz de no tener que posicionarse ni de asumir ninguna responsabilidad directa con relación al matrimonio y hasta con la vida propia. No obstante esa posición es solo aparente puesto que tras esa docilidad y sumisión, tiene intención de mantener el poder y el control de la relación a través de la obediencia y de la tolerancia.

 

La lucha anal por el poder se caracteriza muchas veces por un mezcla poderosa de miedo y placer. No obstante, gracias a la misma complejidad de la lucha, la separación aparece como muy lejana aunque muchas veces parezca inminente a los que observan la situación desde fuera. Esta lucha se da frecuentemente de forma cruel, al límite de lo soportable, pero por otra parte solo hasta donde la pareja aguante, puesto que el objetivo no es la separación sino la continuidad de la lucha.

 

Colusión fálico-edipal (el amor como afirmación masculina) : En este tipo de colusión el amor es visto como una afirmación masculina. En el contexto biopsicosocial de las relaciones, se da aquí una construcción de estereotipos de los papeles masculino y femenino en la sociedad, de los que se esperan determinadas actividades y comportamientos que tienden a estar mas precisamente definidos cuanto mas neuróticas sean las relaciones. Se basa en la dificultad de identificarse con las figuras de los padres (muy débiles o muy poderosas), con la cuales los cónyuges no consiguen rivalizar ni disociarse. Actualmente existe una gran duda sobre cuánto la peculiaridad de la mujer puede ser consecuencia de una situación social desventajosa o cuánto puede tener de base fundada biológica.

 

Cuando Willi (1985) se refiere a la envidia del pene descrito por Freud, no lo hace en el sentido literal del término sino como una envidia a los privilegios masculinos. De la misma forma, el miedo a la castración es visto como miedo ligado a la pérdida del papel masculino con todas sus implicaciones.

 

Puede que el hijo no sea capaz de romper con la madre cuando se casa, acabando por incluirla en la relación. El padre, celoso del yerno o disminuido por las victorias del hijo, lo agrede y lo hace de menos. Este proceso acaba desembocando en una relación tensa, incluso a nivel generacional, que a menudo se extiende del campo familiar al profesional donde por ejemplo puede darse que tras dificultades en el trabajo se encuentren colusiones edipales padres-hijos no resueltas.

 

La mujer, a su vez, en la elección de la pareja se encuentra en el papel de víctima, fragilizada, ya sea por la pérdida de un gran amor o por la difícil convivencia con padres que la maltratan, y necesita un hombre que la salve de su infelicidad. No obstante al comprender el poder que posee para controlar la masculinidad del marido, sexual y emocionalmente, tiene la sensación de robarle el pene, apoderándose de su control y de su funcionamiento. El marido, por tanto, se encuentra resignado en una situación de represión fálico-agresiva, manteniendo así bajo control sus fantasías edipales. Coloca su potencia en la esposa, librándose así de sus propios temores.

 

Del mismo modo los hijos de ambos sexos con sentimiento de culpa por superar a los padres o bien muy reprimidos por la fuerza la figura paterna, pueden someterse homosexualmente a las fantasías de poder de los padres. Así "el complejo de Edipo puede convertirse en un verdadero conflicto de los cónyuges, en un juego neurótico, en el sentido de una colusión" (Willi, 1985, p.152).

 

Willi (1985) enfatiza que los tipos de colusión no son categorías matrimoniales sino una tentativa de diagnóstico de los conflictos básicos envueltos en la relación.

 

No se puede pretender que el concepto de colusión abarque por completo todas las explicaciones respecto a las relaciones conyugales. Lo que aquí se establece es la construcción de un modelo teórico que busca entender lo que se esconde tras los litigios que se plantean a nivel judicial. Se observa que en muchos casos las personas utilizan el procedimiento judicial como elemento de mantenimiento del vínculo neurótico colusivo.

 

El concepto de colusión, aunque no pretenda ser una herramienta de clasificación, permite adquirir una visión sistémica, circular, sobre las relaciones, evitando una lectura de causalidad lineal donde haya, como en la lectura jurídica, un culpable y un inocente en la pareja y en la expareja. Además, del análisis de casos presentados a juicio, puede determinarse si predomina un tipo de colusión, o si puede aparecer una combinación de dos o mas tipos colusivos que interaccionan entre sí.

 

De la lectura bajo el prisma del concepto de Willi (1985) se percibe la misma co-responsabilidad en el mantenimiento de los conflictos, tanto emocional como jurídicamente, vía abogados y tribunal. No existen culpables o víctimas en una relación o en su ruptura, sino solo co-responsables, aunque sea involuntariamente, en el mantenimiento de los conflictos no resueltos a lo largo de sus vidas.

 

Estos conceptos de colusión e la clasificación de las relaciones neuróticas, facilitan la compresión de la dinámica conyugal y de los conflicto emocionales relacionados con la separación. Con esto es posible entender el papel de cada uno de los excónyuges durante el proceso de separación y cual deberá ser por tanto el papel del Poder Judicial, del juez, de los abogados, del sector de psicología y del servicio social de juzgados centrales y regionales y de los tribunales de justicia estatales.

 

Esta búsqueda interna de soluciones para los conflictos traídos a juicio que tramitan los jugados de familia y sucesiones, significan una ampliación del trabajo psicológico judicial, hasta mas allá de la mera verificación de los hechos y de la redacción de la sentencia.

 

Sin pretender de ninguna manera sustituir al psicoterapeuta familiar (psicólogo especialista en terapia de pareja y de familia), el psicólogo jurídico debe ser también llamado a ocupar un jugar en la dinámica familiar y estar atento al proceso del inconsciente de grupo que incluye las fantasías inconscientes de cada miembro de la familia que son compartidas por todos y las ansiedades generadas por dichas fantasías que llevan a los miembros de la familia a utilizar defensas complementarias entre sí.

 

Está claro que no se pretende sustituir la psicoterapia familiar (en el ámbito clínico) porque no es esa la función del psicólogo jurídico . La psicoterapia de pareja debe formar parte del proceso de comprensión de la dinámica familiar, con muchos mas recursos y tiempo del que sería posible en el espacio limitado destinado a la psicología en el sistema judicial.

 

 

Sobre el litigio como forma de vínculo:

 

Como consecuencia del pacto inconsciente entre los cónyuges que existe en todas las uniones, cuando ocurre un desajuste conyugal la responsabilidad es generalmente de los dos. Los problemas de una pareja, aunque esté física y legalmente separada, continúan muchas veces como consecuencia de conflictos no resueltos cuyas motivaciones psicológicas se sitúan casi siempre en niveles emocionales profundos, no siempre accesibles al nivel de la conciencia. Eso puede determinar el mantenimiento repetitivo, de carácter neurótico, de constantes enfrentamientos entre uno y otro sin que se consiga una solución satisfactoria.

 

Cada uno de los cónyuges tiende a proyectar en el otro sus propias frustraciones, rabias y penas, con lo que el otro pasa a ser depositario del elemento malo de la relación. Surgen las acusaciones mutuas.

 

Si hay hijos, pueden ser utilizados como objeto de disputa y de discordia, siendo entonces difícil para la pareja que se separa comprender que la ruptura se refiere al vínculo entre ambos pero que la maternidad y la paternidad de los hijos habidos en común permanecen. Los lazos con los padres pueden y deben ser preservados independientemente de la relación entre los padres. En lo que concierne al niño, éste necesita sentirse libre y autorizado a amar a ambos progenitores, siendo perjudicial para su desarrollo el sentirse dividida o forzada a escoger entre uno u otro.

 

En la evaluación psicológica, el psicólogo procura llegar a la comprensión de la subjetividad de las personas evaluadas para alcanzar, basado en esa comprensión, un entendimiento global de los dinamismos psíquicos que influyeron e influyen sobre las relaciones del grupo, en tanto que familia constituida y/o en disolución. Mediante este análisis es posible identificar puntos conflictivos y motivaciones inconscientes que muchas veces pueden determinar la continuidad de las discordias y enfrentamientos entre los excónyuges.

 

El vínculo conyugal puede deshacerse pero no así el vínculo parental. No obstante se observa que los hijos, que deberían ser el único vínculo entre los excónyuges, son frecuentemente relegados a un segundo plano. El vínculo principal pasa a ser el proceso judicial, en el que las partes descargan sus frustraciones, penas y resentimientos, y los hijos se vuelven un mero objeto de esta disputa en la que no hay vencidos ni vencedores sino únicamente un gran desgaste emocional.

 

El niño frente a la ruptura familiar :

 

En los procesos judiciales de separación o divorcio que envuelven cuestiones de guarda y custodia de hijos, o modificaciones de custodia, o aun de reglamentación de visitas, es corriente que el progenitor sin-custodia (en general el padre) se queje de que el progenitor con-custodia (en general la madre) dificulte o impida las visitas a los hijos, bajo las más variadas alegaciones, en la mayoría de los casos infundadas y absurdas. Cuando esto ocurre, el niño vive un drama ante la ruptura familiar, y se establece un fenómeno cuyo nombre es nuevo, pero cuya situación es mas corriente de lo que se puede imaginar: el Síndrome de la Alienación Parental (SAP).

 

Según el psiquiatra norteamericano Richard Gardner (1998), la Alienación Parental es un proceso que consiste en programar un niño para que odie a uno de sus progenitores (el progenitor sin-custodia) sin justificación, bajo la influencia del otro progenitor (el progenitor con-custodia), con el que el niño mantiene un vínculo de dependencia afectiva y establece un pacto de lealtad inconsciente. Cuando este síndrome se instala, el vínculo del niño con el progenitor alienado (sin-custodia) se destruye irremediablemente. Pero para que este cuadro pueda verdaderamente producirse, es necesario estar seguro de que el progenitor alienado no merezca bajo ningún concepto ser rechazado y odiado por el niño como consecuencia de comportamientos tan despreciables.

 

Aunque la denominación del Síndrome de Alienación Parental sea reciente (data de 1998), el fenómeno es frecuente en las separaciones en lo concerniente a las visitas sobre pensión alimenticia y custodia de los hijos.

 

El progenitor alienado, que el niño aprende a odiar influenciado por el progenitor alienador, pasa a ser un extraño para él; mientras tanto, se configura el progenitor alienador como modelo, patológico, mal adaptado y con disfunciones. De ahí en adelante el niño tiende a reproducir la misma patología psicológica que el progenitor alienador, y ofrece su propia contribución para la destrucción del vinculo.

 

El progenitor alienador es muchas veces una figura súper protectora. Puede estar ciego de rabia o animado por un espíritu de venganza provocado por la envidia o por la cólera. Generalmente se muestra como la victima de un tratamiento injusto y cruel por parte del otro progenitor, del cual intenta vengarse haciendo creer a los hijos que aquel no es mecedor de ningún afecto. En ciertas circunstancias puede adoptar actitudes engañosas como "hacer el esfuerzo" para que exista contacto entre los hijos y el progenitor alienado, o "sorprenderse" por la actitud de estos cuando manifiestan oposición hacia el progenitor ausente.

 

El progenitor alienador tiene una enorme dificultad para individualizar, esto es, para reconocer en sus hijos seres humanos independientes de sí mismo. En consecuencia podría decirse que su objetivo consiste en poseer el control total sobre ellos y destruir su relación con el progenitor ausente.

 

El progenitor alienador podrá verbalizar las siguientes frases abajo relacionadas, conjunta o separadamente, que se tornan fuertes indicios de la instalación del Síndrome de Alienación Parental (SAP):

 

"Cuidado al salir con tu padre (o madre). Él (ella) quiere alejarte de mí"

" Tu padre (madre) os ha abandonado"

" Tu padre me amenaza, me persigue constantemente".

" Tu padre no nos deja en paz, llama continuamente por teléfono".

" Tu padre es despreciable, vago, inútil..."

" Vosotros deberíais avergonzaros de vuestro padre"

"Cuidado con vuestro padre, él puede abusar de vosotros"

" Me quedo desesperada cuando sales con tu padre"

" Tu padre es muy violento, te puede pegar"

 

Los efectos en los niños víctimas del síndrome de Alienación Parental pueden ser: depresión crónica, incapacidad para adaptarse a los ambientes sociales, transtornos de identidad y de imagen, desesperación, tendencia al aislamiento, comportamiento hostil, falta de organización, consumo de alcohol y/o drogas y algunas veces suicidios u otros trastornos psiquiátricos. Pueden darse también sentimientos incontrolables de culpabilidad cuando el niño, una vez adulto, constata que fue cómplice inconsciente de una gran injusticia hacia el progenitor alienado.

 

En las familias que presentan disfunciones graves, el síndrome puede persistir durante varias generaciones. El progenitor alienador es apoyado por sus familiares, lo que refuerza su sentimiento de ser poseedor de la verdad; por otro lado, los familiares del progenitor alienador se sienten cohibidos para oponerse a sus objetivos y actitudes, por miedo a una posible toma de represalias, y ser así a su vez objetos de su rabia. En contrapartida, el comportamiento hostil del niño con relación al progenitor alienado también puede hacerse extensivo a los familiares y amigos de éste. En general, el mensaje dirigido a los hijos es el de que el progenitor alienado no pertenece a la familia, está relegado a una situación deplorable y es desagradable ir a verle. El objetivo del progenitor alienador es excluir al progenitor alienado de la vida de los hijos, colocándose erróneamente como protector de estos, y violando el principio de que cada progenitor debe contribuir positivamente para el desarrollo de la relación.

 

Denigrar la imagen moral del progenitor alienado ante los hijos es una forma de abuso psicológico – sutil, subjetivo y difícil de medir objetivamente-, pero que podrá traer serias consecuencias psicológicas y provocar problemas psiquiátricos para el resto de la vida. Por otra parte, la principal acusación formulada contra el progenitor alienado es la de abuso sexual, especialmente si los hijos son menores y fácilmente manipulables. Las acusaciones de otras formas de abuso (las que dejan marcas, como la física) son menos frecuentes.

 

El progenitor alienador cuenta al hijo, con todo lujo de detalles, sus sentimientos negativos y las malas experiencias vividas con el progenitor alienado, y el hijo absorbe esa negatividad del progenitor, sintiéndose en el "deber" de protegerlo. Con ello establece un pacto de lealtad con el progenitor alienador, en función de la dependencia emocional y material, demostrando incluso temor a desagradarle u oponerse a él. Si el hijo desobedece a esa directiva, especialmente expresando aprobación al progenitor ausente, puede sufrir amenazas por parte del progenitor alienador de abandonarlo o de enviarlo a vivir con el progenitor alienado. El hijo es en este caso obligado a tener que elegir entre sus progenitores, lo que está en total oposición al desarrollo harmonioso de su bienestar emocional. Para sobrevivir, el hijo aprende a manipular, tornándose prematuramente listo para descifrar el ambiente emocional, para hablar apenas una parte de la verdad, y finalmente para enredarse en mentiras, discursos y comportamientos repetitivos, y expresar falsas emociones.

 

Se debe iniciar un tratamiento psicológico intensivo, capaz de neutralizar los efectos del síndrome de Alienación Parental. Por lo general, el trabajo debe ser realizado por un profesional que conozca profundamente el síndrome, sus orígenes y consecuencias y la manera de combatirlo, e intervenir lo más rápidamente posible para que sus efectos no se vuelvan irreversibles. Es posible recurrir a la mediación familiar, si el psicólogo constata a través de una evaluación individual, que ninguno de los progenitores representa peligro para los hijos. No obstante, si hubiera algún riesgo, o si cualquiera de los progenitores (especialmente el alienador) ofreciera alguna resistencia, se deben adoptar medidas más severas (multas, amenaza de pérdida de custodia o encarcelamiento) y recurrir al sistema judicial.

 

(Extraído del libro de la autora: "Psicología Jurídica no Processo Civil Brasileiro", editado en agosto/2003, por la editorial "Casa do Psicólogo Editora".

 

Denise Maria Perissini da Silva es psicóloga clínica y asistente técnica jurídica en procesos en los juzgados de Familia y en los juzgados de Infancia de Sao Paulo; da cursos y conferencias sobre Psicología Jurídica Civil; Autora del libro sobre el tema, editado en agosto/2003, por Casa do Psicólogo Editora.

 

BIBLIOGRAFIA:

BARROS, Fernanda Otoni de. O amor e a lei. O processo de separação no Tribunal de Família. Psicologia, Ciência e Profissão, Brasília (DF), n. 3, 1997, pp.40-47.

 

DIAS, Maria Luíza. O que é Psicoterapia de Família. São Paulo: Brasiliense, 1990 (Coleção Primeiros Passos).

 

DOLTO, Françoise. Quando os pais se separam. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 1989.

 

WILLI, Jürg. La Pareja Humana – Relación y Conflicto. Ediciones Morata S.A. Citado por VAINER, Ricardo. Anatomia de um Divórcio Interminável – o litígio como forma de vínculo. Uma abordagem interdisciplinar. São Paulo: Casa do Psicólogo Editora, 1999.

 

http://www.psicologiajuridica.org/psj87.html

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